Desempolvando la leyendas de Guatemala
Entre las penumbras noches de
antaño, bajo la excelsa sombra de las ceibas que divisaban la luz de la luna; fiel testigo de sendas de los espectros. En
aquellas calles que los sonidos eran insignias de apariciones, manifestaciones
fantasmales las cuales recorrían las riberas de ríos en busca de un perdón que
nunca llegaría o entre senderos escudriñando un amor perdido o prohibido, otro como ángel
guardián merodeando la calle en busca de azorados hombres que en medio de la
borrachez perdían la conciencia.
Las leyendas,
cuentos o anécdotas abundan en la
tradición oral en Guatemala, dejan
entrever estas historias fantasmagóricas que asustaban a los habitantes en
aquellas décadas donde la precariedad de la luz y la población era escaza. El origen,
historia de las leyendas son variadas,
cada persona tiene una versión pero generalmente todo coinciden en ciertos
puntos que caracterizan a los personajes que merodeaban en los pueblos con el fin de acechar a la
población.
Bajo la radiante
luna, el enamorado busca a mujeres de pelo largo y ojos grandes, amarra su
caballo a cualquier árbol asentado en el lugar y se dispone a cantar galantemente frente a sus ventanas
para conquistarlas, todas caen rendidas a sus pies por el encanto de su canción
y las letras tan profundas que de ella emana “Te quiero
más que a mis ojos, más que a mis ojos te quiero, pero quiero más a mis ojos
porque mis ojos te vieron”. Noche tras noche el Don Juan busca a su enamorada
para deleitarle con sus dulces canciones, suenan sus pequeñas espuelas que
vibran al compás de su guitarra y el cabalgar de su cabello o a veces una mula.
Mientras el amor florece la vida de la enamorada del Sombrerón escasea, ojeras,
delgadez predominan. Entonces el de Botas largas cuando su vida está al borde
del precipicio, escala hacia la morada para trenzar los cabellos de su
siguiente víctima, una más de sus interminables novias que “se gana”. Además de
enamorar mujeres jóvenes, en las fincas
degusta de cabalgar por las noches en los caballos agitándolos hasta tal punto
que al día siguiente son incapaces de levantarse. También trenzas la cola y
crines de los caballos.
Un alma en pena
La llorona, mujer bonita y joven que tenía dos hijos, era muy ambiciosa por ello se quería casar con un
hombre adinerado. Desafortunadamente para ella sus enamorados carecían de esta
característica, de repente se encuentra con la persona que llena sus
expectativas pero que tenía la contrariedad de no gustar de los niños. Entonces
desesperada por obtener su amor lleva a
sus hijos a un río y los ahoga. El hombre horrorizado de la atrocidad cometida
la abandona dejándola a su suerte, María como se le conocía como ser humano, lloró
la pérdida de su enamorado; la frustración
y desasosiego por el acto cruel
cometido la llevaron a la senda del suicidio. Desde entonces es un alma en pena
que busca a sus hijos específicamente en las riberas de los ríos. Entre los
gritos hace un llamado con un lamento profundo de dolor a sus hijos, víctimas
de su ambición. Su forma sobresale una
mujer alta, con cabello largo vestida de blanco, según la tradición oral cuando
sus lamentos se escuchan lejos, es porque se encuentra cerca de lo contrario
cuando se escucha cerca es porque se encuentra lejana.
Irradia hermosura
La mujer fea, es
decir la Siguanaba según relatos que varían por la fuente; fue una mujer joven que declinó casarse con un hombre de avanzada edad,
porque estaba enamorada de un joven que le robó el corazón. Al enterarse el hombre que quería casarse con ella, mató a
su enamorado y a ella le hizo un hechizo para convertirla en una mujer fea y
vieja con facciones de yegua. Desde entonces con una silueta esbelta, cabello
largo y vestida de blanco la Siguanaba espanta a cuanto hombre apasionado
encuentra, figurándose en algunas ocasiones como la mujer de la que están
enamorados. Los seduce para que se acerquen a ella, los arrastra hacia rincones
escondidos. Su cara es un misterio, hasta que hayan caído en sus redes muestra su rostro y de esta manera “gana el alma”.
Por
último al ángel guardián de los achispados El Cadejo, su origen puede estar
ligado a los maya-quichés quienes creían
que existían nahuales protectores de cada ser humano, un guía que los conducía
por el buen camino.
El Cadejo suele ser un guardián o
un perro infernal, ya que según
la tradición oral existen dos; uno de color blanco, que es el que no se cansa
de caminar para auxiliar a hombres que de tanta copas perdieron el rumbo de su
casa. Por el contrario el Cadejo negro es portador de maldad aunque, según
otros relatos este suele ser el cuidador de las mujeres ebrias.
ANÉCDOTA
Hace aproximadamente 40 años en los
caminos rurales de una aldea, don
Basilio y doña Silveria cosían apresuradamente hasta altas horas de la noche
para terminar los vestidos que debían entregar al día siguiente. Eran
aproximadamente la 1 de la mañana cuando sobresaltados escucharon un lamento
profundo al final de la calle. Mencionó doña Silveria -Qué le pasaría a esa mujer- supuso que era
un ser humano. Don Basilio contradijo -no es una mujer, es la llorona- tras la
curiosidad reinante dijo -saldré a ver-
doña Silveria nerviosa fue tras su esposo, cuando de repente escucharon un
grito aún más fuerte, pero no sintieron
nada, posteriormente aguardaron un rato y el grito ahora era emitido a larga
distancia, como un balde de agua fría encima de ellos sintieron que las piernas
tambaleaban y la voz se les perdía, el viento auguraba el paso de una mujer
alta que no pudieron apreciar totalmente por el cerco donde se escondieron. En
la distancia vieron como se esfumaba el
semblante en la neblina. Luego de unos
minutos reaccionaron y entraron nuevamente a su hogar. A partir de esa noche en
algunas ocasiones La llorona a lo
lejos dejaba escuchar un grito desgarrador.
Silveria
Vicente
La tradición oral en Guatemala es una riqueza que se marchita, la falta de comunicación con los
abuelos y la divulgación de las anécdotas que con temor, recelo o cierto
entusiasmo se contaban para pasar una noche invernal se han ido olvidando. Es
importante desempolvar de la memoria esas prácticas y fomentarlo a los niños
para la perduración de un patrimonio de antaño.
Dibujos: Carlos Tojil Rodas