27 de noviembre de 2013

BAJO EL MANTO NEGRO… ÉRASE UNA VEZ

Desempolvando la leyendas de Guatemala


Entre las penumbras  noches de antaño, bajo la excelsa sombra de las ceibas que divisaban la luz de la luna; fiel testigo de sendas de los espectros. En aquellas calles que los sonidos eran insignias de apariciones, manifestaciones fantasmales las cuales recorrían las riberas de ríos en busca de un perdón que nunca llegaría o entre senderos  escudriñando  un amor perdido o prohibido, otro como ángel guardián merodeando la calle en busca de azorados hombres que en medio de la borrachez perdían la conciencia.

Las leyendas, cuentos o anécdotas  abundan en la tradición oral en Guatemala,  dejan entrever estas historias fantasmagóricas que asustaban a los habitantes en aquellas décadas donde la precariedad de la luz y la población era escaza. El origen, historia de las leyendas  son variadas, cada persona tiene una versión pero generalmente todo coinciden en ciertos puntos que caracterizan a los personajes que merodeaban  en los pueblos con el fin de acechar a la población.                              

                                                                                                               Un Don Juan enamorado

Bajo la radiante luna, el enamorado busca a mujeres de pelo largo y ojos grandes, amarra su caballo a cualquier árbol asentado en el lugar y se dispone  a cantar galantemente frente a sus ventanas para conquistarlas, todas caen rendidas a sus pies por el encanto de su canción y las letras tan profundas que de ella emana “Te quiero más que a mis ojos, más que a mis ojos te quiero, pero quiero más a mis ojos porque mis ojos te vieron”. Noche tras noche el Don Juan busca a su enamorada para deleitarle con sus dulces canciones, suenan sus pequeñas espuelas que vibran al compás de su guitarra y el cabalgar de su cabello o a veces una mula. Mientras el amor florece la vida de la enamorada del Sombrerón escasea, ojeras, delgadez predominan. Entonces el de Botas largas cuando su vida está al borde del precipicio, escala hacia la morada para trenzar los cabellos de su siguiente víctima, una más de sus interminables novias que “se gana”. Además de enamorar mujeres jóvenes,  en las fincas degusta de cabalgar por las noches en los caballos agitándolos hasta tal punto que al día siguiente son incapaces de levantarse. También trenzas la cola y crines de los caballos.

                                                                                                                        Un alma en pena
 
La llorona, mujer bonita y  joven que tenía dos hijos, era muy  ambiciosa por ello se quería casar con un hombre adinerado. Desafortunadamente para ella sus enamorados carecían de esta característica, de repente se encuentra con la persona que llena sus expectativas pero que tenía la contrariedad de no gustar de los niños. Entonces desesperada por obtener su amor lleva  a sus hijos a un río y los ahoga. El hombre horrorizado de la atrocidad cometida la abandona dejándola a su suerte, María como se le conocía como ser humano, lloró la pérdida de su enamorado; la frustración  y desasosiego  por el acto cruel cometido la llevaron a la senda del suicidio. Desde entonces es un alma en pena que busca a sus hijos específicamente en las riberas de los ríos. Entre los gritos hace un llamado con un lamento profundo de dolor a sus hijos, víctimas de su ambición.  Su forma sobresale una mujer alta, con cabello largo vestida de blanco, según la tradición oral cuando sus lamentos se escuchan lejos, es porque se encuentra cerca de lo contrario cuando se escucha cerca es porque se encuentra lejana. 

Irradia hermosura


La mujer fea, es decir la Siguanaba según relatos que varían por  la fuente;  fue una mujer joven que  declinó casarse con un hombre de avanzada edad, porque estaba enamorada de un joven que le robó el corazón. Al enterarse  el hombre que quería casarse con ella, mató a su enamorado y a ella le hizo un hechizo para convertirla en una mujer fea y vieja con facciones de yegua. Desde entonces con una silueta esbelta, cabello largo y vestida de blanco la Siguanaba espanta a cuanto hombre apasionado encuentra, figurándose en algunas ocasiones como la mujer de la que están enamorados. Los seduce para que se acerquen a ella, los arrastra hacia rincones escondidos. Su cara es un misterio, hasta que hayan caído en sus redes muestra  su rostro y de esta manera “gana el  alma”. 



Por último  al ángel guardián de los achispados El Cadejo, su origen puede estar ligado a los maya-quichés  quienes creían que existían nahuales protectores de cada ser humano, un guía que los conducía por el buen camino.


El Cadejo suele ser un guardián o   un perro infernal, ya que según la tradición oral existen dos; uno de color blanco, que es el que no se cansa de caminar para auxiliar a hombres que de tanta copas perdieron el rumbo de su casa. Por el contrario el Cadejo negro es portador de maldad aunque, según otros relatos este suele ser el cuidador de las mujeres ebrias.

                                                         ANÉCDOTA
Hace aproximadamente 40 años en los caminos rurales de una aldea,  don Basilio y doña Silveria cosían apresuradamente hasta altas horas de la noche para terminar los vestidos que debían entregar al día siguiente. Eran aproximadamente la 1 de la mañana cuando sobresaltados escucharon un lamento profundo al final de la calle. Mencionó doña Silveria  -Qué le pasaría a esa mujer- supuso que era un ser humano. Don Basilio contradijo -no es una mujer, es la llorona- tras la curiosidad reinante dijo  -saldré a ver- doña Silveria nerviosa fue tras su esposo, cuando de repente escucharon un grito aún más fuerte,  pero no sintieron nada, posteriormente aguardaron un rato y el grito ahora era emitido a larga distancia, como un balde de agua fría encima de ellos sintieron que las piernas tambaleaban y la voz se les perdía, el viento auguraba el paso de una mujer alta que no pudieron apreciar totalmente por el cerco donde se escondieron. En la distancia  vieron como se esfumaba el semblante en  la neblina. Luego de unos minutos reaccionaron y entraron nuevamente a su hogar. A partir de esa noche en algunas ocasiones La llorona a lo lejos dejaba escuchar un grito desgarrador.

Silveria Vicente

La tradición oral en Guatemala es una riqueza que se marchita, la falta de comunicación con los abuelos y la divulgación de las anécdotas que con temor, recelo o cierto entusiasmo se contaban para pasar una noche invernal se han ido olvidando. Es importante desempolvar de la memoria esas prácticas y fomentarlo a los niños para la perduración de un patrimonio de antaño.


Dibujos: Carlos Tojil Rodas